Principales pruebas de diagnóstico:
Allí, con la probabilidad de estar ante un caso de enfermedad inflamatoria intestinal, revisan la historia clínica teniendo en cuenta síntomas previos, intolerancias, edad, historial familiar, entre otros aspectos. Posteriormente, se procede a una exploración física que incluye la toma de temperatura, ritmo cardíaco y presión arterial, así como la palpación del abdomen o el tacto rectal. También se realizan exploraciones adicionales para confirmar o descartar el diagnóstico como análisis de sangre, orina y de heces. La ecografía, radiografía o el TAC abdominal, como pruebas de imagen, no confirman el diagnóstico pero ayudan a determinar la extensión de la zona inflamada o afectada. Por último, es a través de las pruebas endoscópicas, en las que se explora el aparato digestivo de la forma más objetiva posible y se extraen tejidos (biopsia) para su posterior análisis en el laboratorio, con las que se puede realizar un diagnóstico definitivo de la enfermedad.
Es probable que sólo necesites realizar algunas de las pruebas mencionadas. Sin embargo, la EII es una patología crónica, por lo que es posible que algunas pruebas tengas que repetirlas con el paso del tiempo o, incluso, que necesites realizar alguna más.
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